dilluns, 12 de març del 2012

El susurro de Peter Pan


Ayer, como cada día, salimos a pasear con Guix Guixi. Oscurecía sin prisas con una temperatura muy agradable. Era todavía temprano, así que nos demoramos con el “Conseller” dejando que él escogiese el recorrido.
Aproximadamente una hora después estábamos de regreso.
Al cruzar la placita que hay junto a Alfriston, descubrí que junto a uno de los contenedores de basura había una caja repleta de juguetes. Alguien había estado haciendo limpieza este fin de semana.
Me acerqué y me entretuve remirando entre los restos de aquel mercadillo de ilusiones perdidas. En el fondo, sepultados entre muñequitos, coches y trozos de un barco pirata, encontré dos vagones de tren y unas vías. Uno de los vagones estaba muy tocado y le faltaban las ruedas. El otro estaba perfecto, impecable, dispuesto a atravesar Europa de punta a punta en el Orient Express si fuese preciso. Lo guardé cuidadosamente en mi bolsillo junto con un tramo de vía. Llegamos a casa, le puse la cena a Guix y entonces pude dedicarme por entero a mi hallazgo.
Cuando llevaba un buen rato dejando pasar los minutos con mi vagón de tren, Jordi me preguntó por qué estaba tan contento de haberlo encontrado. En ese momento no supe qué responderle, así que le susurré un “tú no lo entenderías”.
Más tarde, en el sofá, frente a la pantalla del ordenador pude pensar y repensar en ello y eso me hizo sentir bien, muy bien. No, no se lo puedo explicar a Jordi ahora. ¿Cómo explicarle a un niño que ayer, por un instante, recuperé aquella mágica sensación de intensa felicidad que me regalaban mis padres cada vez que ponían en mis manos el más insignificante juguete? Tal vez dentro de diez o quince años él lo comprenda y tal vez, sólo tal vez, ya no sea necesario darle explicaciones sobre aquel viejo vagón de tren de juguete.
Ayer, como un regalo, pude volver a tocar con mis dedos mi propia infancia. Y eso no tiene precio.

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