dimecres, 21 de març del 2012

Ignorantes o sufridos

Creo que el dicho era algo así como “el saber os hará libres” o “el conocimiento os hará libres”. Aunque la frase me remita a tiempos de una izquierda joven e idealista, no ha perdido sentido ni vigencia. Basta recordar lo que supuso la publicación de la Enciclopedia Francesa. Ese casi anecdótico apunte en los libros de Historia de nuestros chicos fue un paso enorme en la difusión del saber científico, que dio una patada racional y contundente en el culo de la cultura oficial, manipulada, mentecata, trufada de mentiras, errores y supersticiones de todo calibre. Un paso enorme, como decía, pero que no estuvo exento de tropiezos y dificultades. El establishment se resistió, como no podía ser de otro modo. La Iglesia, especialmente, no lo puso nada fácil, como ha hecho a lo largo de sus dos mil años de historia. El pobre Diderot lo pasó fatal. Como sabemos al final la cosa derivó en una revolución que cambió el curso de la Historia, poco más o menos.
Ya sabemos que el poder tiene en su ADN la tentación natural de querer controlarlo todo, también el conocimiento. Administrar y dosificar la cultura ayuda a gestionar y controlar las mentes, apacigua los ánimos y nos condiciona hacia un civilizado conformismo. Administrar la información también ayuda, de ahí el tradicional compadreo entre empresas de comunicación y poder político/económico. La gente cabreada y en la calle es una lata y queda feo, como sabe cualquier aprendiz de político sin necesidad de sacarse un máster en ESADE.
Lo único que podemos utilizar para quebrar ese status de perfecto alienado al que parecemos abocados es precisamente la cultura y la información. Nunca en la historia del hombre el acceso a la cultura había sido tan fácil e inmediato. Cuestionar, dudar, una mirada crítica y desconfiada ante todo lo que nos acontece y nos explican, ésa es la clave. Con esta actitud podremos circular con cierta solvencia, jodidos pero informados.


En estos días se ha estrenado en EEUU un telefilm de lujo sobre el personaje mediático de Sarah Palin. Evidentemente no lo he visto porque aún no ha llegado aquí. Pero lo que ponía de manifiesto el periodista que escribía la crónica que leí era lo que la película explicaba en toda su crudeza: cómo una persona de pensamiento débil y esquemático –nada menos que Gobernadora de Alaska, por más señas- logra llegar a hacer ticket con el bueno de John McCain en la carrera electoral. Esta decisión del Partido Republicano tuvo mucho que ver con que McCain perdiera las elecciones. Pero para que esto llegase a ocurrir una legión de publicistas y asesores de imagen  trabajaron durísimo hasta convertir a Sarah Palin en un fenómeno mediático que desbordaba lo estrictamente político. La Palin y sus asesores sabían perfectamente a quién dirigir su discurso simple, directo y ultra. Hay una gran masa de votantes que responden a ese tipo de estímulos, por lo que son un bocado muy apetitoso para según qué candidatos. Afortunadamente la excelente labor de los equipos asesores no fue suficiente para dar la victoria a McCain-Palin.
Puestos a hacer política ficción: ¿podemos imaginar lo que habría sido tener a Sarah como vicepresidenta de EEUU en la Casa Blanca?. Tal vez en lugar de un telefilme tendríamos una sitcom, posiblemente, o puestos en lo peor, un largometraje del género catástrofes. Y ya que hablamos de catástrofes, quien siga con algún interés la campaña del Partido Republicano para elegir el candidato que debe enfrentarse a Obama podrá comprobar que el nivel entre los actuales candidatos no ha mejorado desde los tiempos de la Palin. Eso sí, todos ellos buscan desesperadamente la complicidad –y ya puestos, el voto, claro- de esa masa ultra que al parecer tanto decide en aquel enorme país. Recordemos cómo hace unos años se gastaron millones de dólares del contribuyente para tocarle la moral a Bill Clinton por su affaire con Monica Lewinsky. Pero los ultras estaban encantados, oiga.
El saber te hace libre pero también te complica la vida. Que se lo digan a Guillermo de Baskerville, el protagonista de “El nombre de la rosa”.

Foto de Julianne Moore como Sarah Palin en la película “Game Change”

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