dijous, 22 de març del 2012

Vodevil a medio gas



Habíamos dejado a Maggie Coperstake con la palabra en la boca hace unos días. Bien, para ahorrarte los detalles farragosos de la conversación que mantuve con ella te haré un resumen.  Según parece se trataba de un tema muy serio. Esa mañana, en el tren de las 7,00 que venía de Londres había llegado un tipo trajeado, con gabardina y bombín. El personaje en cuestión pertenecía a un prestigioso bufete de abogados de la City y estaba en Waterbridge para realizar diversas gestiones relacionadas con una herencia. Tenía intención de quedarse un par de días, por lo que había reservado alojamiento en The Mallows, según supimos por Curley, el taxista. Eso era todo cuanto sabía Maggie en aquel momento.
Una hora después pasé por la oficina de correos a recoger un certificado. Postlethwaite, el cartero, no estaba en ese momento, lo cual no me extrañó. Me atendió Rose, la ayudante. Rose, una simpática cincuentona que tuvo que ser muy guapa en su juventud, me soltó el chismorreo que nos iba a tener entretenidos durante unos días. Según parece Alex Postlethwaite había encontrado el día antes a Nancy, su mujer, en la cama con su mejor amigo, el bueno de Craig Jones. Postlethwaite y Jones se conocen desde niños y ya en su juventud habían compartido algunas novias y muchas borracheras. Pero lo de Nancy era otra cosa. Nancy pasa por ser una de las mujeres más guapas del pueblo, si no la más guapa. Es la típica belleza pelirroja de ojos azules que roza los cuarenta en buena forma, capaz de ganar el Grand National con un meneo de sus rotundas caderas. Se operó los pechos hace cuatro años, con un resultado excelente, todo hay que decirlo. Los más bocazas del St. George dicen que aunque no se hubiese operado las tetas Nancy Postlethwaite es la yegua más hermosa y lozana del condado. Aún recuerdo una calurosa tarde de verano, el año pasado. Según parece Nancy había salido de compras  con su amiga Lucy y ya volvía a casa. Llevaba un vestido blanco con flores rojas que marcaba sus contornos con un primor lujurioso. Todos los tíos que había en ese momento en el St. George salieron a trompicones a la puerta para ver pasar a Nancy. Parecía una estampa de una película de Fellini. Seguro que más de uno de aquellos golfos rezaría por ella esa noche.
Volviendo al caso. Resulta que Nancy es además la mejor amiga de Sarah, la esposa de Jones. Como ves la cosa se complica. Y ahora viene lo bueno. Nancy le había dicho a Postlethwaite que se marchaba de casa y se iba con Jones a iniciar una nueva vida en otro lugar, lejos de allí. Parece que la cosa hacía tiempo que duraba. El panorama se presenta desolador y muy poco divertido si tenemos en cuenta que Nancy y Alex tienen dos chicos preadolescentes y Craig y Sarah tienen una niña de 9 años.
Por lo que Rose me contó, Nancy y el cartero tuvieron una discusión bastante seria. De Craig sólo se sabe que había telefoneado a Alex pidiéndole disculpas y que Alex había tirado el teléfono por la ventana. Según parece Jones no estaba por la labor de huir del pueblo con Nancy. Sarah lo había enviado al sofá y Craig se hacía el buen chico arrepentido que quiere recuperar el amor y el respeto de su querida esposa. Eso sí, después de haberse trabajado a Nancy.
O sea, que tenemos un cuarteto realmente curioso. Postlethwaite , un cartero chasqueado; Nancy, una belleza también chasqueada; el listo de Craig, un tipo con cara de buen chico que cuando ha de poner la quinta marcha pone freno y marcha atrás; y por último, Sarah, la mujer enamorada que perdona las golferías de su marido porque no sabe vivir sin él. Las dos parejas viven a escasos metros la una de la otra y los chicos van los tres al mismo colegio y se conocen desde siempre. La pregunta que me hago es qué piensan hacer ahora todos ellos.
A todo esto continúo sin explicarte qué demonios vino a hacer el abogado de Londres en este pueblo perdido en mitad de la campiña. En fin, creo que dejaré para otro momento lo que prometí en el relato anterior. El St. George y el Mad Duck merecen capítulo aparte.
Por cierto, al final volví a casa sin recoger la carta certificada.

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